Afiladores ambulantes tienen siglos de herencia

Los hogares mexicanos están acostumbrados a escuchar a los lejos el ruido de una flauta de caña o silbato afilador.

Es el aviso ante la llegada del experto en el arte de afilar. El oficio se ganó el respeto del pueblo, ya que significa que una persona se baja de su bicicleta para preparar las piedras que afilan cuchillos, tijeras, y herramientas, entre otras cosas.

El chiflido de los afiladores se ha llegado a comparar con ese sonido tan característico que hacen las máquinas de escribir, o el ruido que hacen los trenes al pasar.

“Con seguridad los encuentras en los alrededores del Mercado Hidalgo, en locales ambulantes de la zona. Ahí el servicio es económico también”, dijo Silvia Nicte-Ha Pérez, de Veracruz, México.

Este oficio entrañable es uno de los más antiguos en México. Hoy, casi no se les encuentra en las calles del país, sobre todo en las grandes ciudades, donde están al borde de la extinción.

“Ya se les escucha muy poco por la calle”, dijo Nicte-Ha Pérez.

Podrían ser víctimas del consumismo moderno.

“El afilador es un trabajo que no va a pasar de moda porque el chiste es sacarle el máximo a tus utensilios, aunque también debemos contemplar que estamos en una era del consumismo donde, si unas tijeras, un cuchillo ya no te sirve, compras otro”, dijo Nicte-Ha Pérez.

Traveling knife sharpeners carry their stone around on their bike, motorcycle or truck. *** Los afiladores ambulantes cargan su piedra en su bicicleta, moto o camioneta. (Christian Valera Rebolledo/Café Words)

El origen del oficio

Se sabe que todo comenzó en el siglo XVII, cuando hombres ofrecían el servicio como forma de ganarse la vida. Trabajaban con una rueda de piedra que cargaban sobre la espalda, de casa en casa. El artefacto evolucionó para rodarse, aunque todavía era incómodo llevarlo a rastras. En el siglo XX se inventó la solución: desplazarla en una bicicleta, camioneta o motocicleta.

Aunque este oficio provino de los españoles, el mexicano se apropió de él como una forma cultural que recibió desde la época colonial. De hecho, la gastronomía mexicana fue la responsable de que se disparara la demanda del servicio.

En las cocinas, se necesitaba constantemente la atención de los afiladores para trabajar en grandes producciones. Así, el oficio se volvió toda una tradición. Con el tiempo, era clásico encontrarse con este profesional desplazándose en su bicicleta para ofrecer sus servicios.

The best way to sharpen a knife in Mexico is to heed the call of the traveling knife sharpener. *** La mejor manera de afilar un cuchillo en México es responder al llamado del afilador ambulante. (Courtney Cook/Unsplash)

En los pueblos mexicanos es posible encontrar a personas que han practicado el oficio.

“Yo boleaba zapatos, pero también intenté ‘girarla’ de afilador”, dijo Genaro de Jesús Álvarez, originario del estado de Veracruz y dueño de un taller de reparación de maquinaria.

El afilar se considera un arte, ya que se necesita de precisión, agilidad y exactitud para desempeñar esta destreza con movimientos sutiles, y sin lastimar a nadie.

Se toma el cuchillo por el mango, moviendo la punta de adelante hacia atrás. El truco es poner el cuchillo inclinado para que solo toque la parte que se desea afilar y no se eche a perder el cuerpo del instrumento en cuestión.

“No es fácil”, dice Álvarez, “porque tienes que practicar mucho para ser rápido y efectivo. Los que se dedicaban a esto vivían prácticamente ambulando; ellos sí tenían que recorrer todas las zonas de mercados para ofrecer sus servicios: tijeras, navajas, instrumentos de corte, no solo a los restauranteros, también a los comerciantes”.

Francisco Goya paid tribute to the craft in his painting “The Knifegrinder.” *** Francisco Goya rindió homenaje al oficio en su obra “El afilador”. (Public Domain)

Se han hecho obras artísticas para resaltar la belleza de este trabajo, como la pintura al óleo de Francisco Goya, ‘El afilador’. Por otra parte, Kazimir Malévich jugó con el cubismo y el futurismo para expresar entre la comunidad rusa su admiración a la labor, con ‘El afilador de cuchillos’, una obra que se terminó en 1912.

También se ha mencionado esta labor en otras obras literarias, como la de Elena Poniatowska, quien dio importancia al oficio como uno de los más emblemáticos en una de sus obras de 1994, Luz y luna, las lunitas.

El afilador es un oficio que todavía se encuentra escondido en algunas partes, pese a su antigüedad y a los cambios económicos. Hay quienes todavía tienen trabajo y se mantienen de pie.

(Editado por Melanie Slone y LuzMarina Rojas-Carhuas)



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