Las danzas de los pastores, una hermosa tradición en Venezuela

Para los venezolanos, existen varias tradiciones que no pueden faltar en diciembre. Es el momento en que su identidad cultural se ve más ensalzada, una cultura repleta de cualidades culinarias, diversidad musical y ese optimismo desbordado por cada poro de su piel.

La Navidad representa el mayor ciclo festivo dentro del calendario religioso y tradicional en el país, así que no dejan pasar la oportunidad de organizar uno de sus eventos más bonitos.

¿En qué consiste la tradición de “Las danzas de los pastores”?

Se trata de un hábito cultural que surgió a inicios del siglo XX, pues en 1917, se fundaron los primeros Pastores de San Joaquín, quienes se organizaron durante tres años hasta que salieron a bailar por primera ocasión en la Santa Iglesia Parroquial, en 1920. Cada 24 de diciembre, además de cumplir años, este grupo de hombres se junta para bailar y dar un espectáculo al pueblo, recordando siempre al fundador Asunción Beltrán—el maestro “Ochón”. Este hombre llevó a un grupo a San Joaquín desde Aguas Calientes, donde se instauraron porque en ese tiempo no existían caminos óptimos para viajar hacia otro punto, y menos en esa época del año.

“Estamos hablando de un día especial que como venezolanos le dedicamos al Niño Jesús; él es nuestro todos los días del año pero dedicamos este día en especial para agradecerle los favores recibidos, todo lo que pedimos durante un año. Nos unimos toda la familia, todas las comunidades, las escuelas, para agradecerle bailando, cantando con todo nuestro amor y toda nuestra fe este día”, dijo Leyda Herrera, miembro de la Cofradía Los Pastores del Niño Jesús de Los Teques, Venezuela.

 

Estas danzas son un homenaje al nacimiento del Niño Jesús, y en la actualidad la participación de la sociedad venezolana supera a más de 400 personas, cuando en un principio no llegaban ni a cuarenta, entre pastores, pastorcillas y músicos. Cada 6 de enero los niños, los padres de familia y la sociedad en general toman las calles de San Joaquín. Se trata de hacer recorridos desde las siete y media de la noche, caminando por las avenidas principales del pueblo y regresando casi a la medianoche para escuchar la Misa del Gallo. La danza toma presencia cuando el cachero, un hombre vestido con cachos en la mano y muchos colores, se dirige hacia la iglesia, seguido de pastores, pastorcillas, el viejo, la vieja y el titirijí, entre otros personajes, mientras van entonando la charrasca, los tambores, los cuatros y las maracas.

Se detienen en las casas que tengan nacimientos a la vista, le cantan al Niño Jesús y van de vuelta a la iglesia, donde simulan dormirse, pues se acuestan al lado izquierdo o derecho, cierran sus ojos y esperan a que el sacerdote alce el cáliz, para levantarse, rezar y volver a dormir. Cuando la misa acaba, las luces se apagan y es momento de recibir al Ángel, el cual conversa con los pastores; suena el golpe villano y los pastores empiezan a bailar.

Aproximadamente a la una de la madrugada, se hace el recorrido por el centro de la Iglesia hacia la plaza Bolívar, liderado por el cachero. La ceremonia está llegando a su fin cuando arriban a El Entregue, donde los pastores se ponen de rodillas, entonando versos que hablan del pago de sus promesas. El cachero, quien lleva cuernos encima, se los quita y los ofrece como sacrificio. La vestimenta de los participantes se compone de maquillaje, ropa floreada o de muchos colores, sobreros y pastores que golpean en el suelo mientras bailan.

“La vaina es simple, hecha con amor eso sí, pero de lo que se trata aquí es de venir a pagar las promesas con baile y cantos, pero también con vigilias y ofrendas. La cofradía a la que pertenezco, junto con otras cinco, son hoy reconocidas como Patrimonio Cultural del Estado de Miranda y eso da mucho orgullo, sabes”, dijo Leyda Herrera.

La figura del Niño Jesús protagoniza estas fiestas. (Foto de Joe Raedle/Getty Images)

Se dedican aguinaldos al Niño Jesús y se entonan varias melodías populares como “El Entregue”, “El Levante” y “El Villano” durante casi tres horas, para finalizar entre las 3 y 4 de la mañana. Esta tradición se hace cada 24 de diciembre por amor a la historia, lo que representa para ellos la glorificación de un episodio religioso tan importante. Se entregan con enorme orgullo a la realización de este bello ritual, el cual se repite el día 6 de enero, pero ahora con niños, para que toda la comunidad participe.

Por: Vanessa Sam y Christian Valera Rebolledo.

(Editado por Melanie Slone y LuzMarina Rojas-Carhuas)



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