¿Qué historias guardan las paredes de Bellas Artes?

Pudiera parecer fuera de lugar, imponente, pero siempre bello, como lo anuncia su nombre.

El Palacio de Bellas Artes es sinónimo de orgullo nacional, además de ser un emblema mexicano que se mantiene vivo gracias al magnetismo que irradia hacia todos aquellos interesados en conocer su interior, sean o no de México. Un recinto característico dentro de la cultura del país, está llena de las condiciones sociales de la época de su construcción.

Su edificación—encomendada a Adamo Boari, un famoso arquitecto italiano—comenzó en 1904, durante los últimos años de la presidencia de Porfirio Díaz. Díaz deseaba representar el lema “orden y progreso” que llevó consigo durante todos sus proyectos para el mejoramiento de la nación. Este edificio no iba a ser la excepción y se dio la orden de que se terminara para festejar el Centenario de la Independencia del país, en 1910.

“Con el paso del tiempo, el gobierno del presidente Porfirio Díaz decide comprar el terreno y construir el nuevo Teatro Nacional”, dijo José Daniel Juárez, uno de los encargados de las visitas guiadas dentro del palacio mexicano. “El encargado fue el reconocido arquitecto Adamo Boari y él describe a la nueva construcción como un edificio con espacios majestuosos, con invernaderos, esculturas, salones de fiestas y un teatro, y—además—revestido de mármol”.

The Fine Arts building, made of marble, represents the Porfirio Díaz era and his interest in European styles and modernism. *** El edificio de Bellas Artes, de mármol, representa la época de Porfirio Díaz y su interés en lo europeo y el modernismo.  (S Ruvalcaba/Unsplash).

Boari demolió el edificio existente para poder alzar la nueva construcción, ubicada entre la Alameda y el Edifico de Correos. Estaba pensada bajo la corriente de arte vanguardista, ‘Art Nouveau’, o modernista. Se ideó como un edificio con una estética diferente, nueva y fresca que reflejara las posibilidades que daba la producción industrial o en serie, gracias al uso del elemento de origen natural. El uso de curvas y asimetría fue a conciencia, desde las plantas, la decoración y los alzados de la estructura.

Se pusieron manos a la obra, pero hubo un evento que provocó un retraso de tres años, lo que ocasionó que tuvieran que reestructurar la cimentación de la construcción del actual palacio. Tuvieron que hacerse diseños especiales para colocar una estructura de acero para muros y techos, así como una plataforma de acero y concreto, pero no se perdieron de vista los acuerdos previstos desde el principio. Boari quiso que la fachada hiciera homenaje a los elementos de las culturas prehispánicas, con cabezas de serpientes, jaguares, monos y coyotes, entre otros animales y deidades.

Con este proyecto, hubo muchos retrasos que no permitían la terminación del recinto, lo que se empeoró cuando la Revolución Mexicana estalló en 1910. Boari regresó a su país, pero siguió trabajando en su obra, dejando testimonio de su apasionante trabajo en 34 láminas explicativas de los planos y aspectos decorativos de los ornamentos. Desde Italia, mandó fotografías, planos y actualizaciones de su construcción en una carpeta conocida como “La Construzione di un Teatro”, dejando constancia de la relevancia arquitectónica detrás de este edificio mexicano.

Al mismo tiempo, la pesadez del mármol sobre el suelo inestable de la zona llevó al hundimiento de la construcción, situación que ha empeorado hoy.

“Una de las causas que impide que las obras se puedan inaugurar para las fiestas del centenario [de la Independencia] en 1910 es el hundimiento que empezó a tener la estructura metálica”, dijo Hugo Antonio Arciniega, Doctor en Historia del Arte mexicano. “Pero si nos vamos más a fondo en cuanto al contexto del país, también están las complicaciones económicas propias de la época y el estallido de la Revolución”.

All types of shows are performed in the Palace of Fine Arts Theater, such as the Folkloric Ballet. *** Se presenta todo tipo de espectáculo en el Teatro de Bellas Artes, como el Ballet Folklórico. (Cesira Alvarado/Unsplash).

Se intentó retomar el trabajo entre 1918 y 1919, con la finalidad de concluirlo. Al arquitecto Antonio Muñoz le tocó reanudar esta monumental edificación durante la presidencia de Venustiano Carranza, apostando a terminarla para 1921, pero no fue posible a causa de los problemas socioeconómicos del país en esa época; sin embargo, se dejó el proyecto más avanzado.

El recinto se retomó nuevamente en 1930, gracias a la comandancia de Pascual Ortiz Rubio, quien decretó dos condiciones de gran relevancia social y económica. La primera sería que la conclusión del edificio fuera más económica, y la segunda, que se respetaran las decisiones arquitectónicas del proyecto original del maestro Boari.

De esta forma, el espacio se convirtió en una manifestación que expresa respeto y admiración artística para la élite mexicana, sin que importe quién pone un pie dentro del palacio. No se terminó en esa época, pero no quedó abandonada por mucho tiempo, pues dos años después, Federico Mariscal, el nuevo arquitecto a cargo, rediseñó el interior de la edificación, basándose en las reglas del nuevo ‘Art Deco’ de la época.

Se hicieron modificaciones pertinentes, como la creación y transformación del salón de fiestas en un museo de artes plásticas. El palco presidencial se hizo más pequeño, creando un foyer que hoy funge como la sala internacional de exposiciones artísticas. Se hizo una sala de conferencias y un museo de artes populares con distintas galerías de exhibición donde se encuentran varias obras de arte nacionales.

Además, se abrieron nuevos espacios públicos, se reestructuró la Sala de Espectáculos, se ampliaron los pisos de las lunetas y los anfiteatros con la intención de aumentar el cupo, entre otras cuestiones beneficiosas para la sociedad. Se han añadido La Plaza de los Pegasos en el estacionamiento, así como el vestíbulo, el hall, la Sala de Espectáculos, el Museo del Libro y Biblioteca, el Museo de Artes Populares y el restaurante.

Se inauguró finalmente el glorioso 29 de septiembre de 1934, bajo la responsabilidad y honor de Abelardo Rodríguez, el presidente de México en esa época. Desde ese tiempo, este Palacio de Bellas Artes ha sido testigo de más de 100 mil eventos, entre ellos conciertos, obras de teatro, ópera, danza y exposiciones de pintura y escultura.

Por Vanessa Sam y Christian Valera Rebolledo

(Editado por Melanie Slone y LuzMarina Rojas-Carhuas)



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