Migrantes forzados sufren estragos emocionales  

La migración es un fenómeno cada vez más común en todo el mundo. Representa grandes ventajas para muchos, pero a la vez algunos sentimientos encontrados.

Para quienes dejan su lugar de origen porque se sienten en la necesidad de hacerlo, y no porque realmente lo deseen, la situación puede ser crítica, sobre todo en el plano emocional.

Cuando alguien se ve en la necesidad de cambiar de residencia, en especial de país, puede llegar a experimentar un tipo de tristeza denominado como ‘homesick’, lo que en español se llama ‘morriña’.

Se le identifica por una sensación muy profunda y llena de nostalgia, lo que afecta no solo emocional, sino físicamente en la estabilidad de la persona. Puede resultar difícil encontrarse fuera y lejos de casa y de la familia y amigos.

Es un estado de alteración que afecta la mente y el cuerpo, pues se viven experiencias que sacan a la gente de su llamada zona de confort. Muchas veces, se encuentran solos en el nuevo país.

“En 2015, me tomé la decisión de salir de Venezuela, porque ya la situación era difícil”, dijo Sarahí Peralta, médico cirujano por la Universidad Central de Venezuela quien llegó a México. “Un amigo ya se había venido meses antes; me contó su experiencia y me animé. Llegué a Ciudad de México y, como hasta ahora, vivo sola”.

La forma en que se presenta en la salud emocional es en constantes y prolongados estados de sensación de soledad, distanciamiento social, aislamiento y pensamientos ansiosos con respecto a la familia o a los amigos, además de ansiedad, baja autoestima y dependencia en terceros para desarrollar actividades diarias.

Lo más complicado suele ser la sensación de soledad.

Entre los sentimientos más sobresalientes para las personas forzadas a emigrar son la soledad y la nostalgia. (Anthony Tran/Unsplash)

“Lo más fuerte fue dejar atrás a mi mamá, mi abuelita, mis hermanos, mi papá, los amigos, todos los conocidos para mí. Acá en México tengo amigos de allá, pero no en la ciudad donde yo vivo. El consuelo en los momentos más tristes han sido las videollamadas, calman un poco el corazón”, dijo Peralta.

Cuando alguien deja un lugar sin querer, por problemas económicos o legales, puede haber una sensación de desarraigo y desesperación.

“Hace un año y seis meses que salí de Caracas para Tenerife,” dijo Georgina Marrero, pensionada de 75 años originaria de los Altos Mirandinos en Venezuela. “Pasé por Panamá y Barcelona hasta que llegué a la isla. Dejé a unos hijos por ir a encontrarme con otra hija allá, porque en mi país la situación es crítica en la economía”.

“Obviamente estaba contenta al lado de mi hija y mi nieto, pero poco a poco sentí la nostalgia por los míos, ¿Cómo tenerlos juntos cuando la situación no lo permite? A los seis meses salí de Tenerife y llegué a Ciudad de México para después trasladarme a Veracruz con otro de mis hijos”, dijo Marrero.

Puede ser abrumador llegar a una ciudad tan grande como México, pero muchos migrantes enfrentan este reto en busca de mejores condiciones de vida. (Cameron Durham/Unsplash)

La pandemia ha sido otro golpe duro.

“Y casi después de llegar empezó la pandemia, iba a pasar unos meses y llevo un año. Extraño mi casa y mis plantas, a mis otros hijos”, dijo Marrero.

La migración forzada es un tema que organizaciones internacionales están considerando con más cuidado. La economía, el cambio climático y los problemas políticos que llevan a la gente a dejar su país de origen sin tener ganas realmente de hacerlo son temas que se discuten cada vez más, en busca de soluciones y políticas de apoyo.

Un acuerdo sobre la migración que se dio con el apoyo de las Naciones Unidas aborda temas como el fortalecer los derechos de los migrantes, mejorar los datos y estadísticas para comprender mejor el fenómeno, crear políticas basadas en la evidencia, salvar vidas y establecer esfuerzos internacionales para encontrar a migrantes desaparecidos, entre otros. Se busca aumentar los beneficios para los individuos, las comunidades y los países y reducir los riesgos para todos.

Otros programas buscan reducir las causas de la migración, sobre todo las ambientales y económicas, en los países de origen.

(Editado por Melanie Slone y LuzMarina Rojas-Carhuas)



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